La Sociedad Española de Medicina Estética nos indica que los fines de la Medicina Estética son "la restauración, el mantenimiento y la promoción de la estética, la belleza y la salud". La medicina estética pierde el aire de frivolidad que la acompaña desde su inicio, siendo actualmente considerada una búsqueda de la SALUD. La medicina estética ha resultado ser un método muy efectivo para abordar problemas como la depresión, la ansiedad y la falta de confianza en uno mismo.
Ahora, nuevas investigaciones sugieren que el Botox puede tratar la depresión. La idea de que las expresiones físicas de emoción influyen en nuestra experimentación de sentimientos va hasta Charles Darwin y su colega William James, quienes estudiaron las emociones tanto en animales como en humanos de varias culturas. En el siglo XIX, ambos naturalistas plantearon una particular teoría de las emociones en la que las expresiones faciales podrían retroalimentar al cerebro, disparando estados emocionales. Ellos se refirieron a los músculos del ceño como los “músculos de la aflicción” y los conectaron con los sentimientos de tristeza. Así, si sonríes, acabas por sentirte bien. Y si frunces el ceño, acabas enojada o triste. Con ese punto de partida, investigadores estadounidenses han realizado pruebas que demuestran que el Botox podría combatir la depresión. El mecanismo sigue los postulados de la teoría de Darwin y James: si pones Botox en el entrecejo –el centro de expresión del enojo, el miedo y la tristeza–, haces que sea más difícil para tu cara expresar una emoción negativa y, por ende, que sea más difícil que tu cuerpo la sienta. No lo hace imposible, pero sí juega un papel importante a nivel psicológico.
Por tanto, fruncir menos el ceño nos permite ser más felices.